dimecres, 30 d’abril del 2014

¿De todos y para todos?



Que el concepto de público se ha pervertido es un hecho. La empresa privada ha entrado en el mundo de la educación a través de mecanismos como la gestión indirecta de un servicio público, que por mucho que quieran suavizarlo es una privatización en toda regla. Sin embargo, también hay otra realidad.

Hace muchos años que se luchó por una escuela pública de todos y para todos. Una escuela equitativa y justa. Y esto no significa que todos debamos ser iguales, sino que desde el respeto a la diversidad tengamos las mismas oportunidades. Una escuela por y para la renovación pedagógica con los valores de la escuela activa. Pero sobre todo se luchó también por una escuela pública y gratuita.

La escuela pública fue, y debe seguir siendo, ese espacio donde las experiencias de pedagogía y de valores de la escuela nueva continúen vigentes: la pedagogía activa, el niño protagonista, el maestro que acompaña y no instruye, el respeto, la libertad, la democracia, una escuela de todos y para todos... por lo tanto, una escuela del siglo XXI.

Hoy, estos valores de renovación pedagógica, que quedaron truncados con la escuela franquista, los estamos convirtiendo en productos de venta de nuestros proyectos, reproduciendo el mundo mercantil y capitalista al que nos arrastran. 

Queremos cambiar la escuela más tradicional, y las familias también. Por eso «compran» estos productos como algo excepcional y «alternativo», cuando de hecho forma parte de nuestra historia y debería ser algo extendido en la educación del país.

Pero estos proyectos de calidad se ven también en peligro por los recortes de la Administración, y por ello muchas escuelas deben buscar otras fórmulas para obtener recursos que permitan la continuidad del proyecto. Pero, ¿dónde queda la equidad e igualdad de oportunidades ante este hecho?

Si la apuesta es el binomio «proyecto de calidad / coste añadido» a las familias, nos arriesgamos a convertir la escuela de todos y para todos en la de aquellos que quieren ir por convicción, y que además pueden asumir el coste extra.

La Administración está condenando la escuela pública a ser la de los pobres, y sin querer, los maestros, por compromiso y responsabilidad con el proyecto, contribuimos a convertir la escuela pública en una escuela de clases. 


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